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Desde que empezó la pandemia y las clases se desarrollaron a distancia, surgieron inquietudes con respecto a la calidad y cantidad de la educación impartida. Recientemente leí un artículo titulado “It’s not children’s education we should worry about, it’s their mental health” (No debemos preocuparnos por la educación de los niños, sino por su salud mental) en el cual el autor afirma que la pandemia causó un gran impacto, no sólo en la educación, sino también en la salud mental de los niños (Morrison, 2020).

A través de las relaciones con sus compañeros y maestros, los niños aprenden habilidades importantes para la vida. Hoy en día, los niños no pueden jugar ni interactuar con sus amigos en persona lo que puede hacer que se sientan aislados, inseguros y con falta de confianza (Morrison, 2020). 

Más importante y preocupante es la pérdida de habilidades sociales que de la educación. Mientras esto quizás no pueda ser desarrollado de manera online, entonces es necesario que se aborde ni bien empiecen las clases presenciales. Cuando eso pase, no se debería abrumar al estudiante con las lecciones no aprendidas, sino con las formas de interacción social. Las lecciones sociales que los niños aprenden en la escuela son igual de importantes, quizás más, que la educación formal (Morrison, 2020). El enfoque debe estar en reforzar estas habilidades.

En vez de llenar de lecciones y repasos a los estudiantes para que puedan seguir y adaptarse al programa de estudios ya establecido, es el programa de estudios el que tiene que ser modificado y adaptado a la realidad de los estudiantes. Se debe dar lugar a las excepciones (Morrison, 2020).

Hay que salvaguardar la salud mental de los niños y jóvenes. Hacer un plan para cuando las clases presenciales se reinicien. Quizás más actividades sociales y al aire libre. Actividades en donde los niños y jóvenes puedan desarrollar aquellas habilidades que no pudieron ser impartidas online. Mientras tanto, sería importante ahondar maneras en las cuales estas habilidades puedan seguir desarrollándose en el entorno familiar o en el entorno en el que se desenvuelven los niños y jóvenes.

Se debería impulsar más el juego en los niños y las conversaciones entre los jóvenes. Asimismo, se debería impulsar el deporte, las actividades en equipo, etc. Idealmente, se debería reducir el tiempo que el alumno permanece dentro de un salón de un clase ya que, durante la pandemia, se han pasado muchas horas dentro de sus casas.

Todo esto no sólo sería bueno para los estudiantes sino también sería bueno para los docentes. En vez de exigir a los docentes cumplir con el programa de estudios y llenarlos de requisitos, se debería darles más libertad para la toma de decisiones correspondientes a sus materias. El docente es el que sabe más lo que necesitan sus estudiantes y también cuánto tiempo tomaría enseñarles. Sería bueno darles más flexibilidad a la hora de armar el plan de estudios ya que son los docentes quiénes interactúan con los estudiantes en el día a día y son ellos los que conocen las capacidades y habilidades de los mismos. A todo eso, es importante recordar que cada grupo de estudiantes es diferente. No se pueden esperar los mismos resultados en todos los niveles. Así como dice Morrison: “Debemos reconocer que los jóvenes han sido traumatizados y hacer excepciones. Tenemos que prestar más atención a su salud mental”.

Referencias

Morrison, N (May 15, 2020). It’s not children’s education we should worry about, it’s their mental health. Forbes. Recuperado el 14 de septiembre de 2020 de https://www.forbes.com/sites/nickmorrison/2020/05/15/its-not-childrens-education-we-should-worry-about-its-their-mental-health/?fbclid=IwAR06U98jqf4L-tZNXdatkqKV8qO7sHTLq0zieESN9_BkAR13cQ7pdgJOCAY#2c7c86631fcb