
En el año 2016, cuando era profesora guía, en ocasión del día del Niño, me tocó realizar una reflexión para todos los alumnos de secundaria. La reflexión buscaba tomar consciencia sobre la situación de muchos niños en el Paraguay. A través de imágenes, fui mostrando a niños alegres, jugando y divirtiéndose. Niños que muchos fuimos y que muchos vemos. Así también, fui mostrando imágenes de otros niños con otras expresiones en el rostro y en otros contextos. Niños tristes, llorando y temerosos. Niños durmiendo en las calles, al lado de la basura, pidiendo plata en los semáforos, enfermos en hospitales. En resumen, mostré realidades distintitas que viven los niños en nuestro país.
Este año, de nuevo en ocasión del día del Niño, me gustaría volver a mostrar realidades opuestas, esta vez a través de dos historias distintas de dos niñas en particular. Una de ellas existió y la conozco muy bien. La otra historia es de una niña ficticia inspirada en un personaje de una novela conocida que veía de pequeña. Las dos niñas quieren representar a todos los niños del Paraguay y del mundo entero.
Primero voy a empezar por contar la historia de Gabrielita, una niña a la que quiero mucho y a la cual siempre tengo presente. Ella es una niña con muchas cualidades. Es obediente, callada, tímida, pegada a su familia, respetuosa, imaginativa y, sobre todo, alegre. Gabrielita tiene un papá y una mamá que la aman incondicionalmente, la cuidan, la protegen, le dan todo lo que ella necesita y mucho más. Gabrielita quiere mucho a su mamá y papá y también quiere mucho a sus cuatro hermanas. Con ellas juega todos los días y tiene muchas aventuras. Ella también tiene abuelos, tíos y primos que adora y con los cuales comparte en fechas especiales.
A Gabrielita le encanta ir al colegio. Le encanta jugar con sus compañeras y participar de todas las actividades del colegio. Se siente muy querida y respetada por sus amigas, al igual que por sus maestras. Se siente alguien importante y disfruta especialmente cuando sus maestras le enseñan valores además de las lecciones académicas.
Gabrielita es una niña muy común y corriente. Cada 11 de diciembre recibe muchos regalos por su cumpleaños, que se ven aumentados el día de Navidad y Reyes Magos. A Gabrielita le encanta leer libros de cuentos y novelas de aventuras. Gracias a esto, es muy imaginativa y suele crearse historias fantásticas que la hacen querer leer más y más.
Cuando Gabrielita se siente mal, triste, llora o le duele algo, enseguida se refugia en los brazos de su mamá o papá, quiénes siempre saben hacerla sentir mejor. Ella sabe que, si ellos no están, también puede contar con sus hermanas o con su familia cercana. Todos quieren y cuidan mucho a Gabrielita.
Por el otro lado, tenemos a Jimena. Ellas es una niña que no tiene mamá y papá ni tampoco ningún otro familiar más que su hermano mayor. Jimena vive una realidad muy diferente a la de Gabrielita. Jimena no tiene una casa propia, no duerme en una cama cómoda y abrigada, sino que duerme sobre un cartón en el piso de la calle.
Jimena no va al colegio y la mayoría de su tiempo lo pasa en los semáforos yendo de auto en auto ofreciendo algunos caramelos a cambio de un par de monedas que le servirán para comprar algo con qué alimentarse.
Jimena vive en constante temor, ya que en la calle siempre se encuentra con todo tipo de personas que no hacen más que maltratarla y hacerle mucho daño. En su corta vida, Jimena ha pasado por varias situaciones de abuso, lo que la hizo desconfiar de las personas y desarrollar actitudes de negativismo y frustración, entre muchas cosas más.
Jimena nunca ha recibido ningún regalo por su cumpleaños, ni por Navidad ni por los Reyes Magos. A diferencia de Gabrielita, cuando Jimena está triste, se esconde en un rincón y llora sin que nadie esté ahí para consolarla. Jimena no sabe lo que es un abrazo, una caricia o palabras de afecto, ya que nunca nadie le ha dado nada de eso.
Hay muchos niños como Gabrielita y Jimena en el Paraguay y en el resto del mundo. La historia de Gabrielita la sé de memoria porque es mi propia historia. Y, aunque esta historia es magnífica y estoy muy agradecida por ella, no puedo evitar compararla con la historia de Jimena y con la de tantos otros niños que no tuvieron las mismas oportunidades. No puedo evitar enojarme, molestarme y entristecerme porque la historia de todos los niños no es como la de Gabrielita. No puedo evitar preguntarme, ¿Qué tenía Gabrielita que la hacía diferente de Jimena? ¿Por qué Gabrielita recibió tanto y otros nada? ¿Por qué Gabrielita tuvo una infancia feliz y Jimena, junto con otros niños, tuvieron una llena de dolor, temor, tristeza y llanto?
Estas y otras preguntas son las que me hago constantemente. Que quede claro: no me siento mal por Gabrielita. No me siento triste por su historia, ni la condeno ni me molesta. Yo me siento mal por Jimena y los niños como ella. No me pone triste lo que vivió Gabrielita. Me pone triste lo que viven otros niños.
No está mal todo lo que vivió Gabrielita. No está mal todo lo que ella tuvo y todo lo que recibió. Lo que está mal es todo lo que otros niños viven, todo lo que ellos no tienen y no reciben. No está mal que Gabrielita haya tenido una casa, una familia y afecto. Lo que está mal es que muchos niños viven en la calle y tienen que sufrir. Lo que está mal es que muchos no van al colegio y no pueden jugar. Me siento mal porque muchos son abandonados, rechazados, ignorados, abusados, maltratados y despreciados.
Cuando soy consciente de todas estas situaciones, no podría imaginarme a Gabrielita pasando por todo eso. No puedo concebir que una niña tenga que pasar todo lo que pasa Jimena. No puedo dejar de pensar en aquellos niños que, en este momento, están pasando hambre, frío, abusos, sufrimiento, dolor, miedo… Niños que en este momento están siendo golpeados, maltratados y vulnerados en sus derechos. Niños que tienen miedo de sus propios padres y de las personas que deben protegerlos. Niños que tienen que batallar en la calle por una moneda o un pedazo de pan. Niños que no saben cuándo es su cumpleaños, o que nunca tuvieron una fiesta o recibieron algún regalo. Niños que nunca escucharon una palabra amable, un “te quiero”, “te protejo”, “eres importante para mí”. Niños que viven rodeados de maldad, violencia, drogas, inmundicia. Qué dolor el tener una infancia así. Qué triste que hayan niños pasando por esto. Qué impotencia más grande el escuchar y ver en las noticias alguna situación de abuso hacia ellos.
Con esto, mi objetivo no es lamentarme o quejarme. Es sobre todo ocuparme y asumir parte de la responsabilidad. La responsabilidad que tengo yo y todos tenemos de proteger a nuestros niños, a aquellos que están a nuestro alrededor, a los que vemos. Me refiero a hacer mi parte en el lugar que me toca vivir. Me refiero a proteger, cuidar y defender a aquellos niños que están a mi alcance, que son parte de mi vida. Me refiero a hacer mi parte para que estos niños puedan crecer en un ambiente sano, libre de abusos, rodeados de contención. Tengo la responsabilidad de asegurar esto. Tengo la responsabilidad de defenderlos. Su cuidado y protección no depende de ellos. Depende de nosotros los adultos. Depende de nosotros evitar que los niños sufran abusos. Depende de nosotros que ellos reciban alimentación, atención médica, educación de calidad… No podemos pedirles a ellos que se cuiden solos. Somos nosotros los que debemos cuidarlos hasta que ellos puedan hacerlo por sí mismos.
Entonces, es momento de actuar y hacer nuestra parte. Hacer aquello que podemos hacer por más pequeño que parezca. Para ese niño será algo grande. Quizás hoy sólo pueda brindar afecto y protección… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda mostrar una sonrisa… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda generar confianza y demostrarle al niño que puede recurrir a mí… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda ofrecer buena alimentación a alguno de ellos… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda sentarme a jugar con ellos… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda ayudar con las tareas… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda enseñarles alguna lección… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda denunciar cualquier abuso hacia ellos… entonces lo hago. Quizás hoy sólo pueda decidir alguna política pública que los proteja a ellos… entonces lo hago. Si cada uno hace su parte y lo que tiene que hacer, tendremos más niños felices que tienen lo más importante que hay que tener: amor, atención, respeto, cuidado, cariño. Deseo que ningún niño de Paraguay ni del mundo se vea privado de esto. Deseo que todos los niños puedan tener una infancia como la de Gabrielita. Deseo que todos los niños puedan tener las mismas oportunidades que ella. Deseo que todos los niños crezcan felices.




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