
El educador puede ejercer una gran influencia en la vida de los alumnos. Los niños y los jóvenes pasan muchas horas del día en la escuela en compañía, no sólo de sus compañeros, sino también de sus profesores. No sólo los padres y cuidadores son responsables de fomentar la autoestima en ellos, sino también el educador que tiene a su cargo a aquel niño y/o joven.
Los educadores pueden ayudar, en el día a día, a que el alumno desarrolle su autoestima. A través del trato, de las palabras y de los gestos, el educador puede causar un impacto en la vida de ese estudiante. Es por eso que es importante conocer cuáles son las maneras más apropiadas y las menos apropiadas de dirigirse a ellos.
A continuación, les presento algunos consejos que los educadores pueden seguir para fortalecer la autoestima y autoconfianza en sus alumnos. Estos consejos también podrían servir para mejorar la comunicación y el relacionamiento entre profesores y alumnos. La mayoría de los consejos fueron sacados del libro «Educar desde el conflicto. Guía para la mediación escolar” (referencia completa al final).
“Demostrar afecto al alumnado. Que sienta que te relacionas con él/ella a través de la mirada y la conversación” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
La manera de demostrar afecto puede variar en cada educador. El afecto se puede demostrar a través del saludo, a través de una sonrisa, de la mirada, de la pregunta “¿cómo estás?”. El alumno/a necesita sentirse querido/a por su profesor. De esta manera, es más probable que ponga su mayor empeño en cada clase.
Los niños y jóvenes se manejan por las emociones. Los jóvenes, especialmente, se dan cuenta cuando un profesor no les tolera o no los quiere. A veces utilizan palabras fuertes para decirlo. Es común que digan: “ese profesor/esa profesora me odia”, aunque en realidad no sea así. A veces es difícil sacar esa percepción en el joven, pero si uno cambia la manera de dirigirse a ellos, la manera de tratarlos, los puede llevar a pensar diferente.
“Elogiar sus buenas acciones de manera concreta” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Es importante siempre felicitarlos cuando hacen algo bien. A veces los educadores nos concentramos sólo en marcarles lo negativo que hacen y puntualizamos más las conductas indeseables. Pensamos que de nada sirve felicitarlos cuando se portan bien o hacen la tarea, ya que “es luego su responsabilidad como estudiante”
Pero el alumno “necesita saber lo que está haciendo bien y lo que está haciendo mal” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007). Si siempre se le recalca lo negativo de su comportamiento, va a pensar que nunca hace nada bueno o que no tiene cualidades. Si bien no hay que dejar pasar las conductas disruptivas y los aspectos a mejorar, tampoco hay que dejar pasar lo positivo.
“Evitar las preguntas directas al alumnado tímido. Tener conversaciones fuera del grupo” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Hay alumnos que, por timidez o por miedo a que los demás compañeros se burlen de ellos, no suelen participar en clase. Es importante identificarlos para evitar ponerlos en situaciones que les produzcan ansiedad. Cuando no se conoce mucho al grupo de alumnos, se puede preguntar a otros profesores que ya han trabajado con ellos, al profesor guía o al psicólogo escolar.
“Que se les diga cómo sus acciones positivas repercuten en beneficio de los demás, para comprender que la colaboración es muy importante en las relaciones humanas” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Esto se refiere a que se le explique al niño o al joven por qué es importante que siga los buenos hábitos y que colabore para el buen desarrollo de la clase. Expresar, por ejemplo, que cuando participan alientan a que otros lo hagan o aportan al aprendizaje del grupo. Además, explicar que su respeto y atención es importante para su aprendizaje.
“Aceptar a cada alumno/a como es” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007) con sus cualidades, fortalezas y debilidades
Demostrar al alumno que los queremos y aceptamos a pesar de que tengan aspectos que mejorar. Expresarles que todos somos diferentes y cada uno tiene su forma de ser, sus cualidades y debilidades.
“Hacerle notar que es natural tener gustos y opiniones distintas de los demás” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007) Aceptar sus diferencias
Aceptar que el alumno puede pensar diferente que el educador. Si hay algún alumno que exprese su opinión y ésta es diferente a la del grupo, no rechazarlo por eso ni atacarlo ni forzarlo a pensar de la misma manera que el resto. No hacerle sentirlo mal por eso. Si les decimos que no deben pensar así, ellos podrían guardarse sus opiniones y, en un futuro, no expresarlas por el temor al rechazo.
“No ridiculizarlos, porque genera sentimientos de timidez e inferioridad” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Esto es sumamente importante. Si un niño o joven es ridiculizado, o se burlan de él, no se olvida fácilmente y los hace sentirse poco importantes. Esto también está de más decir ya que a nadie, ni siquiera a un adulto le gusta que se burlen de él o lo ridiculicen.
“Mostrarles confianza y apoyo” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Es importante que los alumnos sientan que alguien confía en ellos y los apoya. Esto los ayuda a fortalecer su autoconfianza.
“Colaborar a que evalúen su conducta sin guiarles hacia sentimientos de culpa y ofertarles, junto a las críticas, valoraciones positivas y alternativas” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Cuando hay que corregir al estudiante, también hay que decirle sus cualidades. Es importante comenzar con esto para que el estudiante no piense que lo hace todo mal. Luego, continuar con los aspectos a mejorar. Motivarlos a que sean ellos los que primero digan lo que tienen que mejorar y por qué y/o para qué.
Al evaluar su comportamiento, explicarles por qué/para qué deben mejorar, qué consecuencias positivas les va a generar el que mejoren su conducta.
“No utilizar el miedo como recurso persuasivo, pues crea inseguridad” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
Esto es una práctica muy tentadora para los educadores. En algunos casos puede resultar efectiva pero no es recomendable utilizarla. Los niños y jóvenes deben aprender sin miedo para que así tengan más confianza y puedan aprender de sus errores. Es importante que el niño y el joven aprendan que no siempre todo les va a salir bien y no todo tiene que ser perfecto. Si utilizamos el miedo, sólo haremos que ellos tengan miedo a equivocarse, que no quieran intentarlo otra vez y que no sepan tolerar la frustración.
“Tener actitudes de paciencia, tolerancia y respeto” (Binaburo Iturbide y Muñoz Maya, 2007)
En la docencia, es importante tener estas actitudes. No todos los alumnos se van a comportar cómo queremos, no van a aprender de la forma y momento que queremos. Tener en cuenta que, por sobre todo, son personas y cada persona tiene su momento.
Preocuparse por ellos
Si notamos que están tristes o decaídos, acercarnos fuera de la clase y hablar con ellos o hablar con el profesor/a guía o psicólogo escolar. Es importante que ellos sientan que hay alguien que está pendiente de ellos y nota cuando están mal o les pasa algo.
Alentarlos a superarse y a hacerlo mejor
Por más de que no nos demos cuenta, a muchos alumnos les cuesta el estudio, estar en el colegio, hacer las tareas, etc. Si utilizamos frases positivas con ellos, fomentamos la confianza en ellos mismos.
“Vos podés” “Yo sé que vos podés”, “Vos sos muy capaz” “Tenés mucho potencial” “Fuerza, sé que te cuesta pero vos podés” “Yo creo en vos”
Estas frases parecen simples expresiones pero significan mucho en la vida de un niño y un joven. Ellos necesitan sentirse importantes, necesitan escuchar que pueden hacerlo porque a veces ellos no lo creen. Necesitan escuchar que tienen la capacidad de hacer las cosas porque muchas veces se sienten desanimados.
Pedirles perdón cuando nos equivocamos
Todas las personas cometemos errores. Es común que los educadores nos equivoquemos y no nos quita autoridad frente al alumno el que le pidamos perdón si hemos actuado mal con ellos. Si sólo buscamos tener siempre la razón, ellos van a pensar que no valen nada, que nadie les entiende y a nadie les importa cómo se sienten. Al reconocer nuestros propios errores y pedirles perdón, los inspiramos a que ellos también reconozcan sus errores y pidan perdón cuando se equivocan.
No compararlos con otros alumnos
Esto sólo genera que el niño y el joven se sientan inferiores ante otras personas. Si los comparamos con otros alumnos o con sus hermanos, ellos pueden sentirse desanimados porque no pueden ser como los otros. El alumno puede, además, sentirse frustrado, enojado, no sólo con el profesor, sino consigo mismo por no ser igual a los demás.
Escucharlos
A veces los alumnos sólo necesitan que alguien los escuche y no los reprima o no los critique todo el tiempo. A veces, ellos sólo necesitan expresar lo que están sintiendo y sus opiniones. Si los escuchamos, ayudamos a que el niño o el joven se sienta importante y sienta que es válido lo que tiene que decir.
No criticarlos en público
Si hacemos esto, podríamos ocasionar que el grupo de compañeros se burle de él/ella, lo que repercute en su autoestima y autoconfianza.
Evitar etiquetarlos
El niño y el joven están en etapa de formación y necesitan creer en ellos mismos. Necesitan creer que pueden cambiar si es que deben mejorar algunos aspectos. Si los educadores los etiquetamos como el que “siempre reprueba todas las materias” o “siempre se porta mal”, etc, los alumnos pueden pensar que siempre serán así y que no hay posibilidad de cambiar.
Referencias
Binaburo Iturbide, J.A. y Muñoz Maya, B. (2007). Educar desde el conflicto. Guía para la mediación escolar. Ediciones Ceac: Barcelona, España. pp 38 – 39



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